Buenos festivales de cine se consolidan en Costa Rica y Panamá
Recién disfrutamos de dos valiosos eventos. El 8º allá, el 7º aquí, aunque el nuestro es heredero de versiones anteriores, en especial del que organizamos en el 2001, como parte de la 10º Muestra de Cine y Vídeo Costarricense, la cuarta y última que dirigí, y de los muchos programas anteriores de Cine Diálogo, del Centro de Cine, centros culturales, universidades y más.
El público debe estar atento para aprovechar estas fecundas cosechas de 7º arte, que incluyen conferencias y talleres con expertos, animadas fiestas y otros espacios propicios para el encuentro personal y profesional. Y por supuesto una abundancia de filmes tan variado como relevante. En mi caso logré apreciar 32 nuevas; 17 ya las conocía. Es justo felicitar a los responsables de ambos por un trabajo, que si bien aún puede y debe mejorar, si es muy satisfactorio. Mención especial para los jóvenes y amables voluntarios de los dos países. Asimismo, un acierto el llevar las obras a sedes alejadas del centro; y en San José las atractivas ediciones con tomas de antaño previas a los filmes, que me recordaron la única vez que hicimos un Festival de Cine Antiguo (2001) y la importancia del Archivo de la Imagen del Centro de Cine que encabeza William Miranda, filmoteca que años ha bautizamos Chico Montero en honor al admirado precursor.
La familia, entre seguridad y libertad
Constante en la mayoría es la lucha de los individuos o parejas para liberarse de ataduras, convenciones y normas, que tanto sirven para dar cohesión y fortaleza a las sociedades como para imponer formas de dominación muchas veces disimuladas o naturalizadas. En especial la imposición de género, la represión sexual, el racismo y la miseria debido tanto a la mediocridad como a la injusticia.
Panamá se lució al inaugurar con El amor menos pensado y su protagonista, el magnífico Ricardo Darín, en vivo. Una ingeniosa comedia dramática sobre las dificultades de la vida en pareja, y en soledad también. Los diálogos ingeniosos y la destreza de los intérpretes la hacen una delicia de observar. El mayor error del nuestro, en cambio, fue estrenar con Cómprame un revólver, vana y pretenciosa exhibición de violencia gratuita ante una niña pasmada, un arroz con mango de situaciones ya vistas en clásicos, cuyo mérito es la siempre atractiva fotografía del admirado artista nacional Nicolás Wong. Mas, en general, ambas curadurías fueron muy acertadas.
Muy violenta, mas con un sugestivo análisis de personajes al límite, Dogman del atrevido Mateo Garrone (Gomorra) muestra una relación que raya en el sadomasoquismo entre un buenazo solitario que ama los perros—y a su hijita distante—pero se somete a un matón que pone a prueba la paciencia ajena con su implacable abuso. Tan cruda como interesante. Mejor cuánto más se piensa a la distancia sin que su brutalidad, filmada con maña y vigor, nos abrume. La coreana Burning sigue los pasos de otro criminal solitario—éste solapado—que también se cuece en la envidia y para quien el erotismo es una ventana triste, un espejo de su infortunio. Inquieta pero no convence; aunque la crítica mundial la adora. En cambio, la japonesa Un asunto de familia expone meticulosa y pausadamente cómo la miseria obliga a un rejuntado de gente a sobrevivir hacinados, al margen de la ley, sin maldad pero sin escrúpulos. Comprobamos, con la mirada atenta de Hirokazu Koreeda que, pese a todo, hay más genuino afecto en estos ladrones ignorantes que en los acomodados vecinos de la genial Roma del laureado Alfonso Cuarón. Sí, la volví a ver y fue un deleite sublime. Un retrato impecable de un mundo donde mujeres, pobres e indígenas son “normalmente” subordinados, donde gobiernos corruptos y represores controlan todo, incluidos los lumpen que usan para reprimir la protesta estudiantil. Hay que lavarse los ojos, como decía Mizoguchi, para ver esta maravilla que requiere de concentrarse, saber observar—la cualidad esencial según Antonioni—y entregarse al inefable placer intelectual del arte. Del verdadero arte.
Aún más extremo es el machismo que en las zonas rurales de Turquía muestra la vigorosa y mágica Sibil, donde la mudez de esta joven arrojada irrita aún más a las fuerzas conservadoras que tristemente encarnan mujeres cautivas de sus costumbres ancestrales; en esas aldeas los miedos toman forma de lobo para asegurar el dominio tradicional.
Continúo en un próximo número de CAMPUS, con análisis de algunas maravillas de estos festivales como El retablo, El motoarrebatador y Pájaro de verano.
Retablo, una ópera prima fabulosa.
*Académico jubilado de Estudios Generales