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Green Book: la amistad trasciende

“Don Shirley, digno de los dioses”, Igor Stravinsky



Algunos van al cine y se atienen a lo que encuentren en cartelera, lo importante es la salida, los acompañantes; el filme es lo de menos. Muchos se dejan llevar por la publicidad dominante. Mas con frecuencia lo más popular no es lo mejor. Lo más interesante no suele seguir el cauce común. Varios se basan en el tema o en el género, mas eso deja de lado la calidad de la obra específica. Otros nos guiamos más por la trayectoria de los artistas y la crítica (ahora es fácil acceder a ésta vía Internet).


Así, elegí ver Green Book una noche inusual que esperaba un vuelo, y había unas salas estupendas (Showcase Cinema de Lux) cerca de mi hotel en White Plains, New York. Lo hice porque sus dos protagonistas, Viggo Mortensen y Mahershala Ali, son realmente notables. Y, de hecho, hacen un trabajo impecable como pareja dispareja—tema recurrente del cine hollywoodense—en este hermoso filme. Fue una delicia disfrutar de la emocionante narración, vivamente fotografiada, de los percances de dos individuos cuya convivencia improbable alimenta la acción dramática; como en las legendarias Butch Cassidy y el Sundance Kid y Arma letal, entre muchas más.


Mortensen, artista polifacético y activista político, es un intérprete formidable. Hace un cuarto de siglo fue parte de la estupenda Carlito´s Way. Muchos lo recordarán como Aragorn (valor de rey o rey venerado) en las sagas de El señor de los anillos (en los tres filmes). Yo lo encontré admirable también en tres de los originales relatos del genial David Cronenberg, Promesas del este, Un método peligroso, y sobre todo, en Una historia de violencia; su doble personaje (Tom/Joey) es extraordinario, su actuación perfecta. Por otra parte, Ali fue el primer musulmán en ganar un Óscar por su trabajo en la asombrosa Moonlight (la que, por cierto, y para mí dichosamente, venció a La, la land—buena, mas no tanto ni tan relevante—en aquella extraña confusión del Óscar 2017, siendo este sagaz drama Moonlight el primer filme con un elenco afroamericano, y con una temática LGBT, en lograr la estatuilla principal en Hollywood).


Green Book resultó ganadora de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Oscar 2019, como la mejor película.


Alí ya mereció el Globo de Oro como actor de reparto por encarnar al brillante músico, políglota, Donald Shirley, cuya erudición y refinamiento chocan en el relato con la vulgaridad y rudeza del chofer y guardaespaldas de origen italiano Tony Vallelonga—un matón de bar—al que contrata para llevarlo en su audaz tour, desafiando la discriminación en ciudades donde se le permite dar brillantes recitales de piano, jazz y clásico, mas no hospedarse o cenar con su mismo público. El título precisamente se debe a la guía que utilizan, donde se indicaba qué establecimientos del sur atendían negros en esa época de segregación. ¡Un siglo después de la guerra civil que perdieron los esclavistas! Y, ahora más de medio siglo después, el racismo sigue negando nuestra humanidad compartida; una barbarie evidente en el país que eligió al impresentable Trump.


Pienso que la educación es idónea para cambiar la cultura que anima estas aberraciones. Es necesario seguir realizando filmes como El infiltrado del Ku, Kux, Klan, del indomable Spike Lee (que analicé en CAMPUS de noviembre 2018) y como éste, tan distinto en estilo, tan amable y optimista, mas igualmente enfocado en hacer valer la irrenunciable dignidad humana.


Sin embargo, no me atraía el trabajo previo de su director, Robert Farrelly, con actores como Jim Carrey y Ben Stiller. Pese a su sólida formación y experiencia como novelista, él y su hermano Bobby se habían especializado en comedias grotescas, algunas muy exitosas, como Tonto y más tonto (la primera), Loco por Mary, Irene, yo y mi otro yo. Aunque el avance de Dumb & Dumber tiene citas nada menos que de Oscar Wilde, Henry David Thoreau y Edgar Allan Poe. O sea… ignorante no es. Mas sí fue una sorpresa para muchos, y me incluyo, la precisión exquisita de su Una amistad sin fronteras (título en castellano). Un filme perfectamente bien hecho y cuidadosamente balanceado. Era fácil caer en el exceso—y sus obras previas ciertamente eran excesivas—mas mantiene el equilibrio, dosifica con destreza el buen humor y lanza oportunos dardos de crítica severa al racismo que imperaba en 1962, cuando transcurre este road movie (película de carretera, un subgénero muy popular en Hollywood) tan entrañable.


Cierto, no es original, y utiliza fórmulas conocidas. Incluso con ingenio, usa un estilo anticuado, que se adecúa a la historia. Mas lo hace con maestría y el resultado es muy satisfactorio. Es un filme que discurre ágilmente, con socarronería, que sabe dar giros dramáticos que construye con esmero el encuentro de dos hombres tan distintos, que van ganando en confianza, aprecio y ayuda mutua, hacia un final diríamos que feliz. Una película que a muchos nos conmueve, nos hace reír, nos saca lágrimas y nos deja optimistas y esperanzados sin falsas ilusiones. Si bien es cierto que algunos familiares de Shirley lo repudiaron, la verdad es que el filme rescata del olvido la figura del fabuloso pianista. No es un documental; mejor verlo como la ficción que es. La fidelidad histórica es otro tema. La que sí veo, porque es algo que conozco ampliamente, que mantiene un gran apego a los hechos es Vicepresidente, la nueva formidable daga política de Adam McKay. Greenbook es un muy necesario baño de buena fe que no ignora la mala fe que aparece por doquier. Farrelly logró que éste, su primer trabajo más dramático, fuera una de las nominadas al Óscar como Mejor Filme, lista que incluye maravillas como las radiografías del poder La favorita y Vicepresidente—obras de directores portentosos: McKay, Yorgos Lanthimos—y otra oportuna denuncia del racismo, la esmerada Roma, el último gran acierto de Alfonso Cuarón.


* Académico jubilado de Estudios Generales-UNA.


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