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Óscares 2018 El arte nos puede salvar de nosotros mismos



El rutilante espectáculo de la Academia de Cine de los Estados Unidos—cauteloso este año—nos acerca a la fabulosa cosecha mundial de cine. Claro que faltan filmes, incluso de reconocidos de Hollywood, como el formidable caso verídico de abuso policial racista Detroit, de Kathryn Bigelow; y Wind River, estupendo relato de T. Sheridan sobre otra suerte de abuso racial y misógino, protagonizado por el magnífico Jeremy Renner, Mejor intérprete de la Sociedad de Críticos de Cine precisamente por The Hurt Locker (único Óscar directorial a una mujer, la misma Kathryn).


Cuando niño y de joven, aquí todo el mundo iba al cine, fuera al Rex, al Raventós o a otros templos de la capital, y a los muchos de barrio y pueblo diseminados por el país. Así recibíamos una estupenda educación informal viendo a Sofía Loren y a Cantinflas, a L. Olivier y a Jane Fonda transformarse en la pantalla de plata de salas enormes, misteriosas y sugestivas. Ya no. Y es una enorme pérdida, con la educación formal tan deficiente y el auge de babosadas por tele y fake news en las redes, ha habido una decadencia catastrófica. La ignorancia y falta de criterio; los fundamentalismos nos ahogan. Yo invito a todos a recobrar el placer del cine (y su sabiduría implícita), ojalá en las salas, como se concibió. Nunca logré que en la UNA se tomaran en serio abrir espacios de exhibición permanente y atractiva (competitiva); estoy seguro que Guillermo del Toro y compañía serían maestros excepcionales mediante el sétimo arte. El reto sigue vigente.


Guillermo del Toro ganó dos estatuillas del Óscar como mejor director y mejor película con La forma del agua.


La forma del agua es una narración emocionante y reflexiva, construida de manera brillante, que afirma la diversidad por una vía radical y hermosa.


Todas las nominadas a estos, los más famosos galardones artísticos del mundo, son de gran interés. Las diferencias son menores y relativas. Hay que verlas. Aunque sí puedo decir que coincidí con todos los premios principales. Sólo me faltó ver Get Out entre los largos. Llama la atención y se aprecia su premio al Guión Original por ser ópera prima y de un cineasta afrodescendiente, Jordan Peele (como el año pasado con la certera indagación sobre la soledad Moonlight, de B. Jenkins). Creí que ese premio lo ganaría la extraordinaria Tres anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing Missouri), de Martin Mcdonagh, por su potencia y originalidad, sus diálogos chispeantes y sagaces, sus giros inesperados y esos personajes entrañables y a la vez detestables que la habitan; todos son de una riqueza y complejidad asombrosas. El filme es una lección moral rotunda y nos anima a nunca dejarnos abusar. Todos hemos querido ser como el personaje de Frances Mc Dormand, formidable intérprete que merecidamente se llevó la estatuilla con un certero discurso de inclusión femenina. Pese a competir con la inigualable Meryl Streep en su 21 nominación, y otras tres estupendas actrices. Por cierto, Los archivos del Pentágono, de S. Spielberg, verídico episodio del enfrentamiento entre el poder (del presidente Nixon) y el Washington Post que denunció las mentiras de la Guerra Viet Nam, es una oportuna alerta en estos tiempos de concentración de poder político y religioso; de líderes como Trump y sus clones aquí que desprecian y combaten la prensa, la democracia y el conocimiento científico.


Frances Mc Dormand, formidable intérprete, merecidamente se llevó la estatuilla a la mejor actriz en Tres anuncios por un crimen.


Ya me había maravillado Yo soy el amor de Luca Guadagnino; ahora se unió al legendario James Ivory quien a sus 89 años mereció su primer Óscar (Guión adaptado por Llámame por tu nombre) por un bello relato de amistad homoerótica en la campiña italiana. Con la interpretación natural y convincente del joven Timothee Chalamet, que casi le otorga el premio, lo genial del filme es que en vez de ofrecernos otro romance arruinado por la homofobia (como en la estupenda y pionera La consecuencia de W. Petersen), nos muestra un entorno de respeto y madurez—subrayado por la naturaleza apacible y cómplice—que sirve de ejemplo a cómo sería un mundo idílico sin mayor represión. El discurso del padre al hijo es de antología; en las antípodas del machismo brutal y cobarde que predomina en esta país de miedos y culpas al servicio de intereses inconfesables.


En mis cursos de Visión Humanista del 7 Arte el corto Vecinos, del más premiado realizador de la historia, Norman Mc Laren, Óscar en 1954 (disponible en la red), era el primer filme a analizar. Siempre cautivó a mis apreciados estudiantes. Un relato animado breve sobre dos hombres que se enfrascan en la pelea por una flor, para luego, habiéndolo destruido todo--casa, esposa, hijos—acabar con una flor en cada tumba. Esta célebre genialidad muestra la ambición desbocada (greed) y sus consecuencias. Varios filmes nominados revelan variantes de esta conducta enfermiza. La obsesión por dinero ó fama -consustancial al sistema- en Molly´s Game (Apuesta máxima) hace a una mujer, forzada por su padre autoritario a derivar de atleta olímpica a estafadora compulsiva. En Tonya, es la madre retorcida (la premiada Actriz de reparto Allison Janney) la que la fuerza a triunfar como atleta. En Lady Bird, las presiones sociales y una progenitora bienintencionada pero torpe mantienen al borde del colapso a la adolescente rebelde. Y en El proyecto Florida, en el que Sean Baker (de la insólita Tangerine) demuestra su sagacidad para diseccionar grupos marginales, otra madre, una joven nini—y su niña descarriada—envenena todo a su alrededor como loser del banal Sueño americano. En todos los casos, la falta de educación es clave para entender las conductas (auto)destructivas, y al contrario, el auténtico conocimiento y la visión del mundo amplia y diversa es lo que guía el buen juicio de los padres en el paraíso de Call Me By Your Name, del valiente editor que encarna Tom Hanks en The Post, del sagaz Winston Churchill, cuya tenacidad salvó al mundo de Hitler, que con tanto esmero interpreta Gary Oldman en Las horas más oscuras, justo Mejor Actor. El premio fue también por su carrera, así como el del experto Roger Deakins en Fotografía (14 veces nominado) por el nuevo Blade Runner.


El éxito latinoamericano se ratificó con Una mujer fantástica, de S. Leilo, itinerario de un osado transexual, logro que en Chile llevó a apurar las aprobación de normas igualitarias. Superó a la inquietante y provocativa The Square y al brillante ruso A. Zviagintsev (El regreso, Leviatan) y su Loveless. La cereza del pastel sin duda es La forma del agua, la que al disfrutarla identifiqué como uno de los mejores mejores filmes que haya visto. Una narración emocionante y reflexiva, construida de manera brillante, que afirma la diversidad por una vía radical y hermosa. El monstruo del filme no es el anfibio extraño—no es la mujer, el gay, el ruso; el otro—sino el militar prejuicioso cuya falta de educación y estrechez mental lo llevan a la necrofilia; que sólo habla mediante la violencia y todo lo destruye. El respeto y el amor al prójimo es la tarea pendiente. Por raro que nos parezca el prójimo. El verdadero cristianismo, no el de los mercaderes de la fe.



Aunque no obtuvo el Óscar, la británica Sally Hawkings, estuvo nomida como mejor actriz, por su actuación en La forma del agua.



(*) El autor de este artículo es académico jubilado de Estudios Generales-UNA.






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