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45 años por el país



El proyecto Universidad Nacional (UNA) nació en un momento en que Costa Rica requería ampliar la oferta académica, expandir los centros de educación superior a otras provincias y dotar al país de instituciones que contribuyeran con la formación de su gente; en suma, seguir apostándole a la que históricamente le había dado los mejores resultados al país: la educación.


Todo los factores mencionados pesaron para que la Asamblea Legislativa de entonces aprobara, de forma expedita, la creación de la UNA. El Poder Ejecutivo remitió el proyecto de ley a la Asambea Legislativa, en setiembre de 1972. Solo cuatro meses después, el 7 de febrero de 1973, los 50 diputados presentes aprobaban, por unanimidad, la Ley No. 5182, que daba origen a una de las instituciones más representativas de la Educación Superior costarricense de los últimos 45 años. El 15 de febrero de 1973 el presidente de la República, José Figueres Ferrer y el ministro de Educación, Uladislao Gámez Solano, sancionaban la ley; y solo un mes después, el 14 de marzo, la UNA inauguraba su primer curso lectivo, con un acto especial, en el parque central de Heredia, encomendado a su primer rector, Benjamín Núñez.




La UNA es precedida por la Escuela Normal de Costa Rica (1914), dedicada a la formación de maestros y la Escuela Normal Superior (1968), cuyo compromiso fue la formación de profesores de enseñanza media. De ambas instituciones la Universidad heredó no solo la infraestructura sino una cultura pedagógica que repercutiría luego en su vocación educativo-docente y humanística. Al crearse la UNA, las Escuelas Normales de Pérez Zeledón y de Liberia pasaron a ser secciones regionales de la nueva universidad estatal.




Son frecuentes las referencias que se hacen en este período a la universidad necesaria que nace con la UNA. Pero más que un concepto, se trata de una filosofía que promulgó su primer rector y que ha marcado a esta institución. “En esta tarea hemos tenido la preocupación no tanto de concebir y construir simplemente una universidad más, sino de darle al país una Universidad Necesaria que, contrayendo un compromiso efectivo con su realidad nacional, pueda servirle para cumplir un destino histórico con prosperidad, justicia y libertad", enunció el presbítero Benjamín Núñez.


La consigna de brindar una educación superior de calidad a todos los sectores que conforman la sociedad y mayores oportunidades a los grupos más necesitados de la población costarricense, sigue tan vigente como entonces. La UNA no solo ha logrado consolidarse como la Universidad Necesaria, por la que siguen apostando quienes la dirigen, sino que reafirma dicho compromiso al extender sus fronteras a diferentes regiones del país, donde se requiere su presencia.


Actualmente la UNA cuenta con sedes, en la mayoría de los casos nuevas o remozadas, en Heredia (Campus Omar Dengo y Campus Benjamín Núñez), en la región Chorotega (Campus Nicoya y Campus Liberia), en la región Brunca (Campus Pérez Zeledón y Campus Coto) y, desde 2007, se ha sumado la Región Huetar Norte y Caribe, con la apertura del Campus Sarapiquí. Asimismo, en el 2007, se integró a la Sede Interuniversitaria de Alajuela, donde también ofrece parte de su oferta académica. Se cumple así su misión histórica de “crear y transmitir conocimiento a favor del bienestar humano, mediante acciones que propician la transformación de la sociedad para llevarla a estadios superiores de convivencia”. De igual forma “Honra la libertad, la diversidad, la búsqueda de la verdad y la sustentabilidad natural y cultural, en beneficio del conocimiento, la equidad, la justicia y la dignificación de la condición humana”, tal y como reza en su Estatuto Orgánico.




Pasado y presente

La UNA nació a la vida en un siglo caracterizado por la explosión demográfica, las transformaciones educativas y cambios en el aparato productivo que favorecieron la creación de una industria sustitutiva de importaciones. En ese contexto se evidenció la necesidad de abrir la educación superior a los sectores de población, principalmente populares y rurales, aún no beneficiados con el crecimiento económico.


En la década de los 70 del siglo pasado confluían en el país una serie de corrientes ideológicas y filosóficas surgidas en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica que clamaban por cambios profundos en la universidad. Las tesis del subdesarrollo y la dependencia, planteadas en diversos ámbitos del saber, provocarán nuevas formulaciones sobre el significado de las universidades, particularmente como promotoras del cambio social en Latinoamérica.


Esta coyuntura, sumada al surgimiento de los movimientos de transformación y reforma social en América Latina, gestan una conciencia crítica en profesores, estudiantes y empleados universitarios quienes demandaban un mayor acceso a la educación superior y más participación en el diagnóstico y solución de los problemas nacionales


Una institución que asomó tímida y con recursos limitados, es hoy una universidad más consolidada que ha logrado abrirse paso en el concierto de las universidades de América Latina, gracias su docencia, extensión social, producción intelecutal e incremento en la producción de investigaciones, citadas en todo el mundo. No es extraño, por tanto, verla colocada entre las primeras 50 de entre unas 350 universidades homólogas de América Latina 60 universidades de América Latina, según las mediciones del QS University Rankings.


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