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Productores resguardan el maíz criollo

El maíz criollo es de gran importancia cultural para muchos hogares costarricenses, donde se utiliza para preparar tortillas, atoles, pozole, chicha, elote cocinado y otros platillos. Existe una creciente necesidad por identificar, conservar y usar la diversidad de materiales criollos de maíz, los cuales se ven amenazados por factores como la sustitución de variedades tradicionales por mejoradas, el creciente impacto de las actividades humanas, los cambios en el uso del suelo y el cambio climático.

De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Producción (CNP), entre 2012 y 2013 el país produjo18.224 toneladas de maíz blanco, mientras que el amarillo se dejó de producir desde 1993, pues era más barato importarlo que sembrarlo. Esta situación evidencia el riesgo en que pueden encontrarse varias semillas de maíces criollos debido a la sustitución por variedades mejoradas, que aunque son más productivas, demandan más insumos agrícolas, según advierte Rafael Orozco, investigador de la Escuela de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional (ECA-UNA). “En cuanto al suministro de semillas para el uso de siembras comerciales, existe una dependencia de la importación, que se muestra en las estadísticas donde solamente un 7% de los campos cultivados utilizan semillas de materiales criollos, que se siembran en sitios específicos y que se esperaría sean más diversos que los materiales comerciales disponibles y que, por ende, puedan usarse para el mejoramiento”, explicó Orozco.

Desde la ECA-UNA, la Escuela de Química de la UNA, la Escuela de Biología del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular y la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR), se desarrolla el proyecto “Estudio y conservación de la diversidad genética del maíz criollo de las regiones Brunca y Chorotega”, el cual reúne a diferentes especialistas, con el objetivo de generar conocimiento sobre el grado de diversidad genética y el valor nutricional, e implementar métodos de conservación ex situ a mediano y largo plazo.

“Esta investigación busca favorecer la conservación del maíz criollo y su posible utilización en los programas de mejoramiento genético en el ámbito nacional, tanto actuales como futuros”, detalló Orozco.

Conservar para preservar

El proyecto se inició con la identificación y localización geográfica de productores de maíz criollo en las dos zonas de estudio, lo cual permitió generar un mapa que indica la procedencia de los materiales en custodia de los agricultores. Según Orozco, estos productores poseen pequeños sistemas de producción, son de escasos recursos económicos y en su mayoría superan los 50 años de edad.

Los investigadores de la ECA-UNA y la Escuela de Biología del TEC visitaron 40 fincas para recolectar e identificar mazorcas y semillas de más de sesenta materiales diferentes. Orlando Varela, investigador de la ECA-UNA, explicó que dentro de las muestras recolectadas se destacan maíces con semillas blancas, distintos tonos de amarillo, rosadas y moradas, estas últimas conocidas como maíz pujagua en la región Chorotega.

Además, se recolectó el maíz llamado “Sangre de Cristo”, producido por Eliazar Aguilar, de San Juan de Santa Cruz de Guanacaste. Este maíz se crea al combinar dos variedades que producen una semilla color crema con rayitas rojas, y según la tradición, se utiliza para bendecir la cosecha.

Los productores han conservado estas semillas porque saben sus características: el que produce más, el que crece más rápido, el que tiene mejor sabor y cuál soporta mejor las condiciones climáticas adversas”, detalla Varela.

De ello, se desprende la relevancia de conservar los bancos de germoplasma de la UNA y el TEC, lo que contribuye a que estos productores cuenten con un respaldo de su semilla en condiciones de almacenamiento por un tiempo mayor al que pueden hacerlo en sus fincas.

Para conservar la simiente se utilizaron dos estrategias: almacenar en la cámara fría (5 °C) de la ECA-UNA, con lo cual se asegura una duración hasta por cinco años, y sumergir en nitrógeno líquido a -196 ºC para conservarla por tiempo indefinido, en la Escuela de Biología del TEC.

De los estudios de 40 muestras realizado en el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular se desprende que existe un importante grado de diversidad genética y que los maíces criollos de las zonas Chorotega y Brunca son diferente entre sí.

De acuerdo con Yendry Carvajal, de la Escuela de Química de la UNA, en cuanto al contenido de polifenoles (grupo de sustancias químicas encontradas en plantas caracterizadas por la presencia de más de un grupo fenol por molécula), depende de la coloración de la semilla de maíz, estas tienen un alto contenido de fibra cruda y en términos de humedad y cenizas todas las accesiones mostraron homogeneidad.

De acuerdo con Orozco, a futuro, los investigadores de las universidades pretenden ampliar este estudio a otras zonas del país, con el fin de establecer cuál es la situación del maíz criollo en el ámbito nacional.

“Está claro que la identificación y recolecta de materiales criollos, además de mostrar la variabilidad genética existente, permitirá iniciar programas de reproducción de semillas valiosas e implementar con otras instituciones nacionales programas de mejoramiento genético participativo, donde se diferencien los maíces según sus usos y capacidad de adaptación. Además, se visualiza la posibilidad de estudiar el posible grado de mezcla de genes entre híbridos comerciales y materiales criollos”, detalló Orozco.

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