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Alfabetización: puerta a la dignidad

smonturi@una.cr

Cerca de 50 personas jóvenes y adultas que aprendieron a leer y escribir durante el segundo semestre de 2015, de la mano de estudiantes del Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide)

contaron cómo haberse alfabetizado les cambió su vida, durante el “Encuentro de Personas Alfabetizadas”, realizado a finales del año pasado, en el auditorio Marco Tulio Salazar.

“Le doy gracias a Dios y me siento tan feliz; en casa me felicitan, todos están contentos”, expresó Carmen Lidia Umaña, de 58 años y vecina de Grecia, para quien hay un antes y un después de la lectoescritura: “es como haber estado ciego y ahora ver”. Luego de años de hacer un garabato al recibir las medicinas de su mamá en la farmacia de un hospital del Seguro Social, hoy se siente orgullosa porque ya puede firmar “como tiene que ser”.

“Éramos muy pobres, entonces había que ayudarle a papá y a mamá”, relata Carmen Lidia, quien recuerda que en su infancia asistió a la escuela, pero le urgía más vender los prestiños que llevaba en una palangana que realizar sus tareas escolares.

Lorena Córdoba, de 55 años y vecina de Santa Bárbara de Heredia, también se declara “feliz y contenta” porque ahora puede leer y llenar las fórmulas cuando asiste al hospital, sin tener que pasar por la pena de pedirle a alguien que le ayude. Pero sobre todo, Lorena siente una gran emoción porque al fin puede leer la Biblia y escribir un mensaje de texto a sus hijas desde su teléfono celular.

Lorena no había aprendido a leer y escribir porque en su casa eran 11 hijos y ella se dedicó a ayudarle a su mamá a cuidar a sus hermanos.

Al igual que Carmen Lidia y Lorena, cerca de 50 personas con edades entre 17 y 80 años provenientes de distintas comunidades del país, recibieron un certificado al concluir un proceso de alfabetización, realizado por alumnos del curso “Lectoescritura” en el marco del proyecto “Mediación Pedagógica de la Lectoescritura”, coordinado actualmente por la académica Sylvia Segura, de la División de Educación Básica del Cide.

Acceso a un derecho humano

Iniciado en esa División hace cerca de 20 años por Luz Emilia Flores -actual rectora adjunta de la UNA- el proyecto ha llevado la alfabetización a más de 500 personas jóvenes y adultas a lo largo de 10 años.

La académica califica como conmovedores los casos de personas alfabetizadas, ya que el proceso les ha permitido desde aprender a leer y escribir su propio nombre, identificar el lugar de destino en el rótulo de un autobús y leer recetas médicas, hasta cumplir su deseo de leer la Biblia o incluso una carta guardada por años.

También es enorme el beneficio que obtienen los estudiantes que realizan la alfabetización. “Los estudiantes cambian su visión de la educación con ese contacto directo con las personas adultas a quienes les enseñan a leer y escribir; hay una sensibilidad mucho mayor y un compromiso con la transformación social, directamente desde su labor docente”, afirma Flores.

Precisamente, durante el reciente Encuentro de Personas Alfabetizadas se rindió homenaje a Luz Emilia Flores y a Ana María Hernández -quien compartió con ella el liderazgo de este proyecto de extensión, docencia e investigación por más de una década- al concluir su labor al frente de esta iniciativa para asumir los cargos de rectora adjunta y vicerrectora de Vida Estudiantil, respectivamente, desde julio de 2015.

“Al alfabetizarse, las personas ganan dignidad como seres humanos; la alfabetización es un derecho humano fundamental y tiene que ver con la dignidad de las personas”, destaca Ana María Hernández.

En ese sentido, considera que el aporte más relevante del proyecto para las personas alfabetizadas es brindarles la posibilidad de acceder a la lectoescritura y en consecuencia a un derecho fundamental, como es poder funcionar en este mundo letrado, ya que eso es parte de sentirse seres humanos.

Añadió que la lectoescritura y el acceso a la alfabetización permiten la liberación de las personas, que ellas se expresen con su propia voz y que sean seres integrados a la sociedad y no personas excluidas.

Con 3,2% de su población que no sabe leer ni escribir, Costa Rica es considerado un país libre de analfabetismo -el único en Centroamérica, según el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE)- ya que según la clasificación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés), una nación libre de analfabetismo es aquella que no supere el 5% de sus habitantes en esta condición.

Sin embargo, queda el gran reto de bajar ese porcentaje aún más porque –como advierte Hernández? “no podemos hablar de democracia si hay personas que no tienen acceso a la lectoescritura”.

Y es que ese 3,2% está conformado por seres humanos a quienes ?como les ocurría a Carmen Lidia y a Lorena y a las 50 nuevas personas alfabetizadas recientemente por el Cide? se les dificulta realizar tareas cotidianas como hacer compras en el supermercado, viajar en bus o llenar fórmulas en clínicas y hospitales, entre otras cosas aparentemente simples y sencillas.

Hasta las comunidades e incluso los hogares de buena parte de estas personas, llegan cada semestre estudiantes del Cide para llevar la lectoescritura y abrirles así las puertas al mundo alfabetizado.

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